Se acababan los años ochenta en Madrid. Mientras apurábamos
las noches de Malasaña algunos ya intuíamos que la palabra Movida se iba a convertir en una marca de patriotas alejada de la fantasía de los pueblos que han llegado hasta
nosotros… incluso en las noches italianas del siglo XXI. Yo andaba entonces
por calles oscuras intentando escribir la biografía de Franco Battiato. Cátedra
Ediciones me había dado un anticipo. Me impactó la claridad del ‘pensautor’
siciliano… las barricadas en la plaza las
hacéis por cuenta de la burguesía que crea falsos mitos de progreso / quién creéis que somos por el pelo que
llevamos / nosotros somos luciérnagas
que están en las tinieblas / la música
contemporánea me deprime / y no es culpa mía si existe la imbecilidad
Y entonces recibí una llamada… Battiato acepta tu entrevista
en el Hotel Ritz de Madrid. ¿Yo en el Ritz? Ni ropa tenía entonces, pero allí
que me fui. «¿Cómo te ves a ti mismo?» le solté sin pensármelo dos veces en
cuanto se sentó a la mesa. Me miró a los ojos y dijo: «Soy lo que antiguamente
se llamaba un hombre que busca… aunque al final no encuentre nada». Como si la
verdad fuese el ritmo de las plantas en los balcones, o ese rey del mundo que nos
tiene prisionero el corazón. Fluía la conversación hasta que el comercial de la discográfica sin
disimular me estiró de la manga de la camisa… se había terminado mi tiempo. Battiato le miró frunciendo el ceño: «Déjale que siga, éste sabe mucho de mí».
Y entonces se lo dije: «Mi madre ha nacido en Sicilia, como tú, en Messina, y
mi abuela en Nápoles». Se levantó para irse, me extendió la mano y dijo: «Antes
de morir, Eduardo, tienes que subirte al barco que de madrugada sale desde
Nápoles hacia Messina… cuando te acercas a Sicilia la bruma de la mañana se
abre y descubres cosas increíbles».
Este sentimiento popular nace de mecánicas divinas
Tendría que cambiar el objeto de mis deseos
no conformarme con pequeñas joyas cotidianas
Que no se hable más de dictaduras
si aún nos queda algo por vivir
La primavera tarda en llegar
Eduardo Margaretto