JUANJO MONSELL.
Jack London (12 enero 1876 San Francisco-22 noviembre 1916 Glen Ellen) nos presenta una mirada humana del alcohol. Nos muestra todas las connotaciones románticas, nos hace salivar con sus aventuras bañadas en cerveza y whisky, para después golpearnos con la enfermedad que subsigue a la diversión. London quiebra con su sinceridad ese halo de misterio que siempre ha envuelto a las figuras literarias que se revolcaban en alcohol y saca a relucir su parte más humana, esa parte de las contradicciones y los errores. Describe la parte más corrosiva de la bebida, habla sobre las consecuencias devastadoras de una vida llena de excesos, derriba la atmósfera de alegría que circunda al consumo de alcohol para exhibir el trasfondo destructivo de John Barleycorn. Toda la novela no es más que un alegato a favor de la vida. Es el grito del hombre que ha sufrido un terrible accidente y, a consecuencia de esto, se le ha aparecido la muerte. Es un consejo paternalista basado en la experiencia propia lanzado a la humanidad. Aunque lo cierto es que ni él mismo es capaz de seguir su consejo. Se ofrece a sí mismo como ejemplo para que nadie más recorra el camino recorrido por él. Sin embargo, él no es capaz de abandonarlo. Y son precisamente estas contradicciones las que confieren una inmensa humanidad al relato.
"Solamente las buenas personas, las que valen la pena, las personas con la debilidad de una fortaleza desmesurada, un espíritu desmesurado, un fuego y una llama diabólica desmesurados, son las que son solicitadas y arruinadas por él. Por supuesto, él arruina a los débiles; pero ellos, lo peor que hemos engendrado, no me preocupan. Mi preocupación surge porque hay muchos que vienen de lo mejor que hemos engendrado y que son destruidos por John Barleycorn. Y la razón por la que estos son destruidos es porque John Barleycorn aparece en cada carretera y autovía, accesible, es protegido por la ley, es saludado por el policía, se habla con él y se le lleva de la mano a los lugares donde los compañeros buenos y audaces se reúnen y beben.(...)Me pasan el alcohol, mezclado inteligentemente con agua, y pronto me veo inmerso en la juerga, con gusanos arrastrándose por mi cerebro y John Barleycorn susurrándome que la vida es grande y que todos nosotros somos valientes y puros -espíritus libres tumbados como dioses indiferentes sobre la hierba y mandando el mundo convencional de la concreción y la determinación a freír espárragos."
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