Sin sexo la sociedad muere
La revolución del hombre común
La suerte de esta novela radica en el hecho de que tiene más puntos de fuerza que debilidades, por eso hay que leerla en la edición de Anagrama, que como siempre ofrece lo mejor de la literatura contemporánea, con la misma (aburrida) grafica de siempre. "Serotonina" es una síntesis perfecta para cualquiera que quiera conocer a Michel Houellebecq y averiguar su narrativa, cuatro años después del clamor de "Sumisión". Un resumen de sus temas favoritos, cuyo único defecto es invertir Florent- Claude Labrouste – personaje fetiche fácilmente reconocible en el anterior "El mapa y el territorio" o " Ampliación del campo de batalla " y etiquetado bajo la categoría de decadente - de la tarea de representar al autor en una especie de confesión literaria y personal con el regusto de testamento. Porque en la pequeña píldora blanca Captorix, que representa al antagonista desde las primeras páginas, está el uso principal de la farmacia como el objetivo último de la evolución humana, acompañándola hacia la catástrofe. Una catástrofe no declarada y de la cual Houellebecq esboza rastros siniestros en los primeros capítulos, convincentes y llenos de todos esos matices extremos, propios del autor. Tanto sexo explícito y pornografía barata, que poco tiene a que ver con la banalidad de la vida de un funcionario de 46 años del Ministerio de Agricultura, en la Francia de Emmanuel Macron.
Una sinopsis poco generosa nos obligaría a resumir lo siguiente: un burgués se enferma de depresión y, gracias a una buena disponibilidad financiera que lo convierte en un privilegiado, deja su trabajo y un compañero oriental perturbado, cierra las cuentas bancarias y se encarcela voluntariamente en una habitación de un hotel en el corazón de París. Una moderna torre de marfil sobre la nada, desde la cual Labrouste comienza a reflexionar sobre la vida pasada, consumiendo lo que queda de la misma, hasta una autodestrucción compasiva. Pero sería poco generoso, precisamente, porque Houellebecq elige esta perspectiva para presentar, una vez más, la sección transversal de un fin del mundo, propio, donde alberga todo tipo de miseria y fealdad. Sexo con animales e infidelidades de sentimientos, pedofilia y persecución, contextuales a la revuelta de una clase media que, incluso antes de ponerse el chaleco amarillo y quemar París, ya desde las páginas hace a tiros con la policía, agitando el espectro de la revolución del hombre común. Sin embargo, en "Serotonina" hay demasiado Houellebecq. Tanto como para el lector ávido y morboso, que para el filósofo que quiera encontrar reflexión y asco al mismo tiempo, acompañando el final del deseo de un empleado no banal, alrededor de la mediana edad, hacia un gesto mucho más humano y definitivo que la resignación.
Enrico Romanetto