Joseph Conrad nació el 3 de diciembre de 1857 en Berdichev, Polonia (hoy Ucrania), hijo de un noble, patriota polaco que traducía obras de Shakespeare y Hugo y fue exiliado por los rusos por motivos políticos. El joven Conrad con 16 años, se marchó de Polonia y se instaló en Marsella. Durante cuatro años navegó en barcos mercantes franceses, luchó en España durante las guerras carlistas entre las tropas de don Carlos y estuvo al borde del suicidio por una historia de amor. Obtuvo la nacionalidad británica en 1886 y cambió su nombre. En 1902 se embarcó hacia el Estado Libre del Congo y lo que vio, vivió y sintió ahí, quedó plasmado para la posteridad en El corazón de las tinieblas con toda probabilidad la más famosa, y enigmática de todas sus novelas. Creó una escritura en una lengua que no era la suya y con estilo poderosamente identificable denso, lírico y perturbador universo de palabras, aventuras externas e internas con halo mágico, sentimientos y sensaciones de vértigo, personajes legendarios. Autor de 13 novelas, dos libros de memorias y 28 relatos cortos, Joseph Conrad falleció el 3 de agosto de 1924 en Canterbury, Kent, Inglaterra, por un ataque de corazón.
Enmarcada en las tensiones de la era napoleónica, esta novela narra un vehemente conflicto entre dos tenientes de un regimiento de húsares. “La historia de un duelo, que adquirió caracteres legendarios en el ejército, corre a través de la epopeya de las guerras imperiales.” Los oficiales Feraud y D'Hubert muestran perfiles muy distintos: el primero es un gascón apasionado e impetuoso; el segundo, nórdico, más prudente y mesurado. Pronto se verán envueltos en una contienda interminable, producto de una situación sin importancia: Feraud se había batido en duelo con un miembro de una familia influyente, motivo por el cual se ordena su arresto. D’Hubert fue el encargado de transmitirle este mensaje, consiguiendo únicamente dar vida a un duelo. La disputa irá evolucionando y fluctuando paralelamente a las campaña napoleónicas, a través de los años y de los varios intentos de poner fin al asunto por medio de un nuevo duelo, propiciado siempre por el incansable y obstinado Feraud. Conrad construye la historia de dos hombres que se odian y se persiguen a través de Europa, cargando esta relación de rencores, envidia, miedos, pero al mismo tiempo de honor, lealtad y esperas irracionales.
«Ningún hombre triunfa en todo lo que emprende. En este sentido somos todos unos fracasados. Lo importante es no desfallecer en el intento de organizar y mantener el esfuerzo de nuestra vida. Y en esto, lo que nos empuja adelante es la vanidad. Nos precipita a situaciones en las cuales resultamos perjudicados, y sólo el orgullo es nuestra salvaguardia, tanto por la reserva que impone sobre la elección de nuestra conducta, como por la virtud de su poder de resistencia.»
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