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18 May 2021

El recuerdo de Franco Battiato por Eduardo Margaretto, su biógrafo español

 


Se acababan los años ochenta en Madrid. Mientras apurábamos las noches de Malasaña algunos ya intuíamos que la palabra Movida se iba a convertir en una marca de patriotas alejada de la fantasía de los pueblos que han llegado hasta nosotros… incluso en las noches italianas del siglo XXI. Yo andaba entonces por calles oscuras intentando escribir la biografía de Franco Battiato. Cátedra Ediciones me había dado un anticipo. Me impactó la claridad del ‘pensautor’ siciliano… las barricadas en la plaza las hacéis por cuenta de la burguesía que crea falsos mitos de progreso / quién creéis que somos por el pelo que llevamos / nosotros somos luciérnagas que están en las tinieblas / la música contemporánea me deprime / y no es culpa mía si existe la imbecilidad

Y entonces recibí una llamada… Battiato acepta tu entrevista en el Hotel Ritz de Madrid. ¿Yo en el Ritz? Ni ropa tenía entonces, pero allí que me fui. «¿Cómo te ves a ti mismo?» le solté sin pensármelo dos veces en cuanto se sentó a la mesa. Me miró a los ojos y dijo: «Soy lo que antiguamente se llamaba un hombre que busca… aunque al final no encuentre nada». Como si la verdad fuese el ritmo de las plantas en los balcones, o ese rey del mundo que nos tiene prisionero el corazón. Fluía la conversación hasta que el comercial de la discográfica sin disimular me estiró de la manga de la camisa… se había terminado mi tiempo. Battiato le miró frunciendo el ceño: «Déjale que siga, éste sabe mucho de mí». Y entonces se lo dije: «Mi madre ha nacido en Sicilia, como tú, en Messina, y mi abuela en Nápoles». Se levantó para irse, me extendió la mano y dijo: «Antes de morir, Eduardo, tienes que subirte al barco que de madrugada sale desde Nápoles hacia Messina… cuando te acercas a Sicilia la bruma de la mañana se abre y descubres cosas increíbles».

Este sentimiento popular nace de mecánicas divinas 

Tendría que cambiar el objeto de mis deseos 

no conformarme con pequeñas joyas cotidianas 


Que no se hable más de dictaduras 

si aún nos queda algo por vivir

La primavera tarda en llegar

 

Eduardo Margaretto