The Prodigy aparecieron como un puñetazo en el estómago en la escena musical de los años noventa, años en que los adolescentes se volvían locos por grupos de pop desechables, como Backstreet Boys, Spice Girls, Take That, mientras que los mayores se apresuraban a recoger el legado de los Beatles, con una gran cantidad de grupos musicales hechos por guaperas con Ray-Ban negros, montados por las principales compañías discográficas: Oasis, Verve, Blur. Las megas bandas de rock de los 80 comenzaron a guiñar el ojo al mainstream (recuerdo como una tragedia el lanzamiento de Load de Metallica, a la que aún hoy no puedo dar una explicación) y la escena underground, después de la muerte de Cobain, estaba dominada por el grunge .
Los sociólogos y las discográficas se calentaban la cabeza para dar una identidad, etiqueta a la generación de esos chicos que hubieran sido adultos en el 2000: Generación X, MTV Generation... en resumen, intentaban clasificarlos y estudiarlos para poder desarrollar el modelo de los años ochenta: "Los años de plástico", menos rebelión y más aperitivos! Pero tomando como inspiración el nombre de su segundo álbum, Music for the Jilted Generation, estaba tomando forma y conciencia de sí una nueva generación, abandonada (Jilted!) a si mismo desde el principio, por la que The Prodigy representaron la primera transgresión, el primer concierto, la primera experiencia extrema.
A través de MTV, con Firestarter, como unos pirómanos locos, The Prodigy entraron en la imaginación y en los walkman de miles de fanáticos en todas las latitudes del mundo. Cuatro punkis de la provincia inglesa, que parecían salidos de Trainspotting: un rubio, genio de la electrónica, un negro de dos metros de altura que cantaba a una velocidad vertiginosa, dos bailarines callejeros, uno de origen caribeño y el otro disfrazado como un sátiro poseído o un payaso psicópata, que evocaba a IT el payaso de Stephen King. Esta descripción sería suficiente para hacer que la gente entienda lo que eran The Prodigy a mitad de los noventa.
Pero The Prodigy no eran solo imagen, ¡lejos de eso! De hecho, el grupo inglés tuvo éxito con algo difícil de repetir en la historia de la música: contaminar dos de los géneros de música underground más extremos, el techno-rave y el hardcore metal, y tener éxito en las listas de ventas de todo el mundo ¡llevaron lo más underground al mainstream! Desde el punto de vista musical, The Prodigy fueron los pioneros de la mezcla entre la música electrónica y otros géneros que no fueran la música dance o el pop, como en los años ochenta. El concepto musical de Prodigy, luego se declinó al metal con todo el Nu-Metal de los primeros años 2000 (Korn, Slipknot, Tool), mientras que en el lado electrónico empezaba a experimentar con el funky (Daft Punk, Gorillaz), e incluso monstruos sagrados como Madonna y David Bowie, en los años siguientes, recurrieron a los sonidos techno-jungle.
Si tuviera que definirlos en una palabra, diría Avanguardia, porque The Prodigy, además de componer música que nadie se había atrevido a imaginar antes de entonces, lograron encarnar el espíritu de su tiempo, creando una nueva estética real, como solo los grandes artistas saben hacer. Sus videoclip grabados en los barrios marginales post-industriales con cámaras de baja resolución, montados con imágenes a ritmo epiléptico, básicamente eran la descripción perfecta de lo que estábamos viviendo. De adolescente solo tenías que ponerte los cascos, comenzar a andar por la ciudad con The Prodigy a tope,y mirarte alrededor para ver los mismos escenarios: fábricas abandonadas, ciudades dormitorios, fincas en ruina, yonquis y casas ocupadas; en estos momentos entendías que tu furia pertenecía a una furia más grande, a una furia mayor.
The Prodigiy han legitimado la rebelión de mi generación, tal como lo hicieron los Rolling Stones para la generación de los años sesenta, o el punk para los de los años setenta.
The Jilted Generation fue la última que se formó en un mundo analógico, y la primera que tuvo que relacionarse con el mundo del trabajo totalmente digitalizado; la última que recuerda a los trabajadores del turno nocturno salir de los almacenes industriales, y que en los noventa, en esas mismas fábricas, entonces abandonadas, organizó rave memorables. Hoy, en esos mismos espacios, nos vamos todos de compras: ahora son centros comerciales de reciente apertura.
Los rave y la fiestas terminaron demasiado pronto y, quien más quien menos, todos nos hemos vueltos burgueses. Una de las pocas cosas que nos quedaban eran The Prodigy: la esperanza de un nuevo concierto, un nuevo disco, una nueva exageración. Como cuando después de años de silencio en 2009 salieron con Invaders must die, para recordarles a las nuevas y viejas generaciones quien eran The Prodigy: tres locos ingleses que pasaban de todo y que con su música querían hacer mover el culo al mundo entero!
La última vez los vi en Valencia, en un festival donde, como siempre pasa, habían amontonado grupos sin criterio. Los Many Street Preacher, para los nostálgicos de los ochenta, seguidos por los Kaiser Chiefs, para que los jóvenes hipster pudiesen agitar sus barbas al sonido de "RubyRubyRuby uuuhhh", y que después de 2 horas de pop barato de supermercado, dejaron el escenario al milagro, a ellos: The Prodigy. Mientras las barbas y las camisas a cuadros se retiraban, desde el fondo emergían pequeñas flotas de hormigas negras, de treinta años de todas las formas (¡desafortunadamente alguien no muy en forma!) Tomaron posesión de las primeras filas, y mirando a mi alrededor pensé que aunque abandonados durante el pasaje de la civilización post-industrial a la digital, aún estábamos allí, antes del escenario de The Prodigy!
No estoy a contaros lo detalles de lo que fue el concierto. Solo puedo deciros que la emoción de estar a pocos metros de distancia de la nave espacial, y la consecuente explosión de luces y sonidos, capitaneada por Liam Howlett y sus sintetizadores y drum machine, Maxim el titán, y Keith Flint, con su voz distorsionada y limpia, tajante como una Les Paul, puede compararse con la euforia de un gol en la final de la copa de tu equipo favorito, pero de dos horas de duración, o mucho más trivialmente, con un orgasmo de la misma duración. Si los habéis visto en vivo, sabéis de lo que estoy hablando, en el caso de que no, lo siento mucho por vosotros. Sí, porque al final del concierto sentías la misma sensación de cuando bajando de las montañas rusas, piensas: "¡Otra vez! ¡Quiero hacerlo de nuevo! "
Hacia finales de 2018, The Prodigy lanzaron No Turists, sus último álbum. A diferencia de todos los otros grupos que, con el paso de los años, tienden a suavizar su producción The Prodigy se presentaron con otro álbum más extremo que el anterior.
Pero el 4 de marzo de 2019, la muerte de Keith Flint, puso fin a todo esto. No habrá nuevo single, nuevo álbum, no habrá otro concierto de The Prodigy. Sin embargo, para aquellos que los habían visto recientemente o habían escuchado su nuevo álbum, The Prodigy todavía parecían estar en gran forma, aún enojados y con mucho más que decir.
Ahora que los arrepentimientos y los detalles de la dinámica de su muerte ya no nos sirven de nada, queda el hecho que la Jilted Generation, ya sin referencias, y a punto de ser devorada por una nueva generación de nativos digitales, ha sido abandonada por su profeta esquizofrénico, se ha quedado huérfana de su culto más puro y extremo: ¡The Prodigy! La Jilted Generation frente a la muerte de Keith Flint quedó aturdida, sin más furia, sin más voz, sin más música.
Ahora que los arrepentimientos y los detalles de la dinámica de su muerte ya no nos sirven de nada, queda el hecho que la Jilted Generation, ya sin referencias, y a punto de ser devorada por una nueva generación de nativos digitales, ha sido abandonada por su profeta esquizofrénico, se ha quedado huérfana de su culto más puro y extremo: ¡The Prodigy! La Jilted Generation frente a la muerte de Keith Flint quedó aturdida, sin más furia, sin más voz, sin más música.